miércoles, 21 de julio de 2021

La dignidad del trabajo humano

 

La dignidad del trabajo humano:


El ser humana fue creado por Dios con la misión de cultivar y guardar el mundo creado. Estamos llamados a administrar la realidad que nos rodea. Por eso, el trabajo no es un castigo; es una vocación. El esfuerzo y la fatiga que comporta son consecuencias del pecado, pero el llamado divino a cuidar la Creación es anterior ala desobediencia de nuestros primeros padres.
 
La dignidad del trabajo se fundamenta en que quien lo realiza es una persona creada a imagen y semejanza de Dios. Por lo tanto, el valor del trabajo no procede del tipo de labor que se realiza, sino de la persona que lo ejecuta. La dignidad de la persona humana reclama un trabajo digno, no solo útil, porque el trabajo es una vocación de Dios. Es el trabajo el que ésta en función de la persona y no la persona en función del trabajo.




El trabajo es una realidad fundamental en la vida del hombre por que le permite:
  • Satisfacer las necesidades materiales propias y de su familia.
  • Cultivar los talentos recibidos y desempeñar una misión en la vida. El trabajo es un lugar de encuentro con Dios y con el prójimo.
  • Contribuir al bien común, multiplicando los bienes de la tierra para que lleguen a más personas.
  • Unirse a Jesús y cooperar en su obra redentora. El trabajo se convierte, así, en un medio de santificación.


Trabajar es un derecho y un deber. Esto se deduce que el trabajo es un derecho fundamental y un bien para el hombre. El reconocimiento y la tutela de este derecho exigen:
  • Decisiones políticas que favorezcan el acceso de todas las personas a un empleo digno. Deben aparar, especialmente, a los más débiles.
  • Medidas que incentiven la actividad de las empresas y la libre iniciativa de las personas con el fin de crear riqueza y oportunidades de trabajo.
  • La colaboración entre Estados de forma que, ante la globalización de las relaciones económicas, se asegure el trabajo y se beneficie a los países.
  • la abolición de todo tipo de discriminación en el ámbito laboral, especialmente en el caso de la mujer.


Además, el trabajo es un deber. Quienes no se esfuerzan por trabajar, que abusan de los subsidios o evaden impuestos, actúan de forma inmoral por la falta de solidaridad que esto supone. El cristiano debe tomar conciencia de que está obligado a trabajar no solo para ganarse el pan, sino también para atender al prójimo más pobre, a quien el Señor manda dar de comer y de beber.

El trabajo también es consecuencia de la actividad de la persona. Por lo tanto, siempre debe tener prioridad sobre el capital. Ahora bien, ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo del capital, por lo que ambos deben complementarse en una auténtica comunidad solidaria. Actualmente, se reconoce el valor prioritario del capital humano para la comunidad laboral. 






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